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MARGO

Delicioso.  Así definiría este coqueto salón de té situado en el número 5 de la calle María de Molina. 

Un frío día de otoño tuve que hacer tiempo antes de recoger a mi chico, que estaba dando un curso casi nocturno en la escuela de ingenieros industriales; y como esperar sentada no va conmigo di una vuelta a la manzana, topándome enseguida con un escaparate iluminadísimo (siendo las horas que eran) que enseguida atrajo mi atención.

Se trataba de Margó, archiconocido por las amantes de los lugares con encanto. La injustamente olvidada tradición de las meriendas dulces, probablemente por el culto al cuerpo y la esclavitud hacia la báscula, se está recuperando, aunque tímidamente, gracias a los divinos salones de té que se han asentado en la capital en los últimos años. Y con ellos, también lo han hecho las reuniones de amigas, la repostería de tradición francesa y anglosajona y los momentos inolvidables. No hay palabras para describir este precioso espacio, concebido como una lujosa vivienda de la aristocracia parisina.

La entrada es un diminuto jardín inundado de flores y vegetación, con dos mesas y amplios ventanales.

Después se accede a una sala principal, con cómodos sofás, butacas, sillones y mesas bajitas, casi esperando a ser ocupados por damas de la alta sociedad. La gran mesa del comedor y las estanterías que simulan la alacena están repletas de objetos decorativos que, por supuesto, están a la venta: utensilios para el té, para la cocina, para vestir la mesa, exquisitas vajillas… adquiridos dentro y fuera de nuestro país.

Las escaleras, presididas por un gran espejo y decoradas sus barandillas con flores, van a dar al piso superior, en el que sentarse en una de sus diez mesitas a degustar cualquiera de las especialidades dulces o saladas que aquí se ofrecen. Para acompañar cafés, chocolates, infusiones y una amplísima variedad de tés, podemos optar por clásicos ingleses como el sándwich de pepino y mantequilla, otros tentempiés como el bocadillito de jamón asado con pimientos en almíbar o las tablas de foie y quesos para compartir. Mi adicción por el dulce siempre hace que me decante por los pastelitos y porciones de tartas, exquisitas, que se pueden encargar con antelación para fiestas. Y si se quiere contar con toda la “corte” de amigas, se puede reservar el salón y organizar una merienda, un desayuno o un brunch. Un plan perfecto.

La mantelería está bordada con escenas pastoriles ambientadas en la campiña francesa y personajes dieciochescos (el tradicional estampado Toile de Jouy), los espejos adoptan la forma de lazo en su parte superior y aunque predominen los grises y los blancos, la gama de los violetas y rosas aporta la nota de color en lámparas, borlas y flores que actúan como centros de mesa.

Armarios acristalados guardan mil detalles decorativos que podemos adquirir de encapricharnos de ellos (no respondería de mis actos de tener ahora mismo una casa para decorar). Todo el espacio ha sido creado por tres mujeres de gusto exquisito, y el resultado es absolutamente femenino, ideado para pasar un rato distendido con las amigas o con las mamis, al igual que hacían antiguamente las desocupadas damas pudientes.

Me encanta que se esté recuperando la deliciosa costumbre de la merienda gracias a lugares como Margó, pero más me gusta su amplio horario, hasta las diez de la noche, porque me permite darme ese caprichito casi a cualquier hora del día, como el muffin de caramelo y nueces que saboreé hasta que llegó la hora de reencontrarme con mi chico (¡ah sí, los hombres existen!).

Para ampliar información acerca de Margó Salón de Té, visita su preciosa página web.

Una Respuesta a “Margó Salón de Té”

  1. [...] si eres fanático de los salones de té, visita el post dedicado a Margó y sigue [...]

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