Siempre es utilísimo tener apuntadas varias direcciones de restaurantes que te permitan quedar como una reina con amigos que buscan una comida resultona (y no alardes culinarios) en un ambiente cool y cosmopolita. Uno de estos lugares es Wogaboo (franquicia con varios establecimientos en Madrid; a mí el que más me gusta por su tranquilidad es el de General Martínez Campos, 26).
De aires neoyorquinos, Wogaboo podría estar ubicado en cualquier capital del mundo. Su filosofía se resume en el concepto Fun Eating y verdaderamente asocio este local a quedadas con amigos (aunque he celebrado aquí alguna que otra fecha especial en pareja), momentos agradables, divertidos y distendidos en los que degustar platos originales y a buen precio (a los jóvenes que vivimos la crisis nos vienen de lujo sus promos mensuales y los asequibles menús inspirados en los cinco continentes).
Se acierta precisamente porque todos tenemos el típico amigo al que sólo le gusta la pasta, o que aborrece la comida oriental, o al que no le sacas de la consabida hamburguesa. Y todo hay que decirlo, como anfitriona no sólo hay que pensar en los gustos de los comensales, que ya de por sí es difícil, sino también en la holgura de sus bolsillos. Por todo ello, Wogaboo es uno de esos restaurantes que yo llamo “de dar el pego”.
Me gusta mucho la decoración de sus locales, ideada por el equipo de interioristas de García de Vinuesa. En el de General Martínez Campos (al que me gusta ir después de recorrer la maravillosa casa-museo Sorolla, que queda justo enfrente) predominan los tonos rosas y metalizados (para mi gusto es muy femenino y lo veo ideal para una reunión de amigas) con toques industriales, graffitis y cocina vista, algo muy común en estos locales “para ver y ser vistos” y que nos permite comprobar cómo los audaces cocineros marean la pasta La-mien, consiguiendo esa forma alargada, infinita y característica de los fideos orientales. Todo un acierto por parte de los dueños, fundadores de la cadena The Wok (absorbida luego por el grupo VIPS), porque a los comensales nos tranquiliza ver “lo que se cuece” y sobre todo a algunos les sigue parece modernísimo observar cómo se prepara la comida que más tarde estará en su plato (aunque lo cierto es que este tipo de cocinas ya empiezan a estar “muy vistas”).
En mi última visita la carta seguía manteniendo la diversidad y el exotismo que caracterizan a esta cadena; a mí personalmente me vuelven loca los platos de nombres larguísimos que suelen ser sinónimo de propuestas originales y sabores desconocidos, y me parece un plus que coloquen la banderita del país de origen de cada plato para saber a que “nos enfrentamos”. Si bien predominan las pastas, ya sean preparadas a la manera italiana o a la oriental y siempre al momento, también encontramos platos de origen americano, mexicano, indio e incluso peruano, así como otras propuestas más mediterráneas.
Recomiendo el Pad-Thai (plato nacional de Tailandia), el clásico huevo con trufa y sobre todo los postres (por algo el consultor de estas delicias es el ex jefe de repostería de La Broche): no he probado un tiramisú más original que el que se degusta aquí, y el Pantone de Chocolate es para perder el sentido. Hay quien se queja de las cantidades, pero para mí las raciones son perfectas para probar varias cositas (con una carta así es difícil decidirse). El personal siempre ha sido amable y atento conmigo, de hecho el encargado del local que frecuento abrió e iluminó la planta de arriba únicamente para que pudiese tomar algunas fotitos que ilustrasen mejor este post. En definitiva, un restaurante BBB (bueno, bonito y barato), dirección imprescindible para quedar como una fenomenal cuando lo que se busca es únicamente un ambiente chic, divertido y sin pretensiones.
¡Me encanta tu blog! Es genial para hacer un montón de cositas con ellos (ya sabes quien soy, y quienes son “ellos”, No?)
Un Besito, y Felicidades, que sigas igual de bien, y si necesitas que alguien te ayuda, Aqui Estoy! Un Besito